Hace veinte días publiqué El silencio de Aura.
Podría decir que lo celebré, que me tomé un respiro, que disfruté del logro… pero no sería verdad.
El mismo día que salió a la venta, yo ya estaba dándole las últimas pinceladas a El ladrón de sombras. La novela tenía que estar en manos del corrector el jueves pasado, y no había margen para despistes, ni brindis, ni pausa.
Y ahora, ¿qué?
Pues ahora… ahora abro una carpeta nueva.
Una que lleva tiempo esperando. Una que he esquivado durante meses, con ese miedo y respeto que sentimos ante lo que intuimos importante.
Pero su momento ha llegado.
No imaginas el vaivén emocional que siento cada vez que salto de un proyecto a otro. Es una especie de montaña rusa interna: termino algo que me ha tenido despierto, obsesionado, feliz y exhausto… y sin apenas darme cuenta, ya estoy con la mente puesta en lo siguiente. A veces me pregunto si sé trabajar de otra manera. O si, en el fondo, quiero hacerlo.
El nivel de exigencia me lo he impuesto yo, lo sé.
Pero también sé que en las próximas semanas llegarán las vacaciones, las tardes largas con mis hijas, los baños en el mar, las siestas con un libro en mano (o en pecho), y esa sensación de que el tiempo se estira… si uno sabe estar presente.
Y ahí estaré, en todo eso, con mil historias bullendo por dentro.
Porque aunque a veces me queje de ir con la soga al cuello, también es cierto que esa urgencia de escribir, de compartir y de inventar es lo que me hace sentir más vivo. Y porque sé que estáis ahí, al otro lado, esperando lo próximo. Acompañándome.
Gracias, de corazón.
Un fuerte abrazo,
Luis David.
Mi última novela ya está disponible. Obtenla aquí.
Qué maravillosa manera de sentirse vivo. Te admiro y te envidio en igual medida.