¿Por qué acabé siendo detective privado?
De pequeño quise ser ladrón, lo supe el día que mi abuela se dejó el monedero encima de la mesa de la cocina.
No lo dudé.
Lo abrí con el sigilo que había aprendido en las películas de ladrones. Y sí, lo hice: sustraje cien pesetas. Mi primer gran golpe.
Abuelita, si me estás leyendo desde el cielo… perdón. Pero fue por una buena causa: me compré una cinta de cassette virgen. Quería grabar la radio. La voz de los locutores me parecía mágica.
Desde entonces, algo se encendió en mí. El siguiente golpe fue más ambicioso: dos vinilos en unos grandes almacenes. Sin cámaras. Sin vigilancia. Misión fácil.
Hasta que aparecieron dos guardias de seguridad.
Me llevaron a un cuartito y empezaron a interrogarme. Les juré que era la primera vez. Ellos se rieron. “Tienes madera, chaval”, me dijeron.
Y ahí tomé una decisión: si iba a moverme entre villanos, prefería hacerlo desde el otro lado.
Me convertí en detective privado.
Llevo años resolviendo casos en la sombra. Me gano la vida y el respeto. Pero en el último caso... algo se torció.
Mi lado oscuro regresó. Y fuerte.
¿Puedes imaginarlo? Yo, infiltrado en una mansión llena de arte, fingiendo ser restaurador... con objetos de valor incalculable a mi alrededor. Sabiendo lo fácil que sería tomar uno. Solo uno.
¿Podré resistir la tentación?
Lo descubrirás muy pronto.
Mi próxima historia se titula El silencio de Aura y saldrá a finales de mayo.
Si te gusta el misterio, el suspense, los personajes con doble filo... esta es tu novela.
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Nos leemos muy pronto.
Unai Figueroa